Tuesday, December 29, 2009

Another star...


Por: Perro


Pocos momentos duelen más que aquellos en los que perdemos contacto físico con lo que queremos. La muerte es un estado de equilibrio con el universo, el instante a partir del cual regresamos a los elementos constitutivos de nuestro ser biológico y contribuimos a la entropía que nos rodea. Desde este breve espacio, al momento en que este 2009 agoniza, un agradecimiento por haber hecho diferentes nuestras vidas a todos aquellos que nos dejaron de acompañar…


Al ser parte de un cosmos no estático, nuestra materia se funde de nuevo con las sustancias estelares tarde o temprano y nuestros cuerpos vividos, las experiencias recorridas o aquellas que recordamos quienes seguimos en este plano, consistentemente pasan a formar parte de la materia prima para nuevas posibilidades.


Nada es para siempre en la tierra, sólo un poco aquí

Nezahualcoyotl, s. XV

Wednesday, December 16, 2009

Estigma II


Por: Perro


Claro que se volvía loco por ella. Pero, ¿cómo no iba a ser? Una mirada profunda, libre, acaramelada sin empalagar. Unos labios coquetos, limpios, severos. El cuerpo delicado, deseable, de ésos que ceden al tacto sin mucha batalla.


Que fuera lo que tenía que ser, la apuesta incorrecta cuando se sabe perdido el juego. Un paso. La lengua humedece sus labios. Los ojos se esconden tras un poco de cabello que cae suavemente sobre el rostro, que se encuentra hacia abajo, ligeramente, para dar más énfasis a los destellos que escapan del par de iris. Las manos, delicadas, rematan en unos dedos juguetones, cálidos, con pequeñas gotas de sudor ínfimo, prístino. El cuello, la piel del cuello, encabronadamente tibia, con la certeza de que cede al tacto adecuado.


Otro paso. El mundo encima. No es cualquier cerebro el que tienes delante tuyo. Una compleja personalidad abrasa las palabras a su paso y las convierte en inocua ceniza, más por defensa que por placer. No es cualquier palabra la que logrará abrir los oídos de semejante mujer, no. Una vida más allá del dolor y las mentiras. No superflua, no dormida.


Otro más. ¿Cómo piensas continuar? ¿Es acaso triunfal el haberse puesto al frente? Una chica segura de sí misma, una mujer completa. ¿Es la mano temblorosa lo que desea acariciar su cabello? ¿Será la boca reseca quien propine un beso?


Ella reacciona, voltea a otro lado. ¿Perdió el interés? ¿Perdí la batalla? Perdió el destino otra historia? Carga con el estigma de ser perfecta, no autoimpuesto, tal vez ni siquiera consciente. Tus nervios te delatan. Un movimiento en falso y se irá. Otro paso. Y otro. Y… una llamada al celular.


Todo se ha acabado, todo. No más nervios. Una sonrisa y algunas palabras sueltas cercenan tus previos pensamientos y te arrojan a la cara el hecho ineludible: la perfección, por más estigma, nunca viaja sola.

Deja de enamorarte, Vol. 04


Por: Perro


Y mientras el dulce éter se mete en mis venas, escribo los párrafos de un consejo que sería bueno que siguiera en el futuro… lástima (acaso) que tu partida evitará que lo haga, dado que me sumiré en la inconsciencia que otorgan las sustancias químicas a los aventureros que se animan a recorrer sus infinitos canales.


Una luna para dos amantes… tus besos me cubrían el cuerpo mientras mis caricias tocaban tu alma. La tibia sensación del cariño que emana de lo más profundo y culpable de tus entrañas bañan este animal De pronto, la banal pregunta, el maldito pasado, la imposibilidad de mentirle a tus ojos negros como mi destino… Sólo dos palabras bastaban, y sólo tres empleaste: has acabado conmigo. Mis errores pasados opacaron nuevamente mis intenciones actuales. Tus cabellos se transforman en la falda que ahora desearía poder abrir, falda que cubre el sitio al cual mis explicaciones pretenden llegar, aunque sé que no tendrían por qué ser necesarias. Mi pasado es lo que me ha llevado a ser lo que soy, y si puedes vivir con él, quédate, y si no, qué importa… ¿qué importa? No, no, no… claro que importa, por algo eres tú… ¿eras tú?


Mientras nos precipitamos rápidamente al fracaso, me abates a preguntas, me ciegas con el resplandor de tus lágrimas que querían obtener de mí algo que hube de ceder a mis tiempos pretéritos. ¿Qué diablos iba yo a saber que viviría tanto? ¿Por qué mis aciertos (errores) pasados pesan así?

Al final caigo en cuenta… hoy será ayer mañana… a ver cómo me explico esto delante de la siguiente persona que deseé enmarañar su cabello en mis dedos y su vida en mis despojos…


¡Qué alegre se pasa la vida

Bebiendo vino

Qué placer cada día

Recordar lo que nunca ha sido!

Thursday, November 19, 2009

La penúltima cruzada


Por: Perro

Estamos una vez más fuera de este mundo. Te miro, hablas y no te escucho del todo. Recorro con la vista sigilosa cada rincón de tu rostro. Parpadeo y cada vez que abro de nuevo los ojos reconozco patrones que me inclinan a explotar.

Me llenas de miradas que con el atardecer se desvanecen por saber que no es a mí a quien tú buscas. Espera el leopardo en las alturas, con el viento en contra, con el juego a favor. Un instante de cercanía desata los eventos siguientes. No puedo evitarlo, mi mano recorre tu mejilla; unos ojos desconcertados observan pero no recriminan. Se cierran un momento, me preguntas: -¿Qué estás haciendo?-, con la cara hacia el suelo. No acierto a contestar, con la otra mano tomo tu brazo, como pidiendo el beneficio del silencio.

Mi pobre olfato distingue entre el olor de tu perfume y el olor de tu aliento… el perfume delicado, como pensado en el color de tu piel; tu aliento a maíz de cine, a uva, a pulmón que desea gritar para detener toda la puesta en escena.

Por un momento dejamos de existir. Mis ojos dejan de percibirte y sólo el temblor de una mano sudorosa me indica de lo cerca que está mi cuerpo de cometer una idiotez. Exhalo un último suspiro, el cálido aire expelido recorre tu cuello y se pierde al inicio del discreto escote. Me acerco –el leopardo ha bajado del árbol pero no ataca convencionalmente- suave, suave, una pluma toca el agua apenas mecida por la brisa. Siento tu respiración en mi mejilla, sientes mi miedo sobre tu piel.

Tus rosas labios, como presintiendo lo complejo del asunto, se humedecen sutilmente con la punta de tu lengua carmesí; no bien has escondido de nuevo el frágil órgano mi boca lo detiene con singular alegría. La suerte está echada –El leopardo muerde el cuello débil de su presa, quien no lucha: se sabe presa-, prosigue un vaivén de suaves destellos entre tu boca y mi hocico, entre dos olas, entre dos volcanes.

Mis manos tocan tu torso a la altura de tu pecho, en la porción lateral. Algo te hace brincar, echas un poco atrás el cuerpo, tu cabello cosquillea mi rostro mientras se mueve en retirada de la escena. No sabemos cómo terminar el momento, ni qué siga. Mientras el punto de contacto se hace cada vez más distante, abres los ojos con un brillo en el iris… el de la duda. Con mi mano en tu sien te solicito un poco más de silencio. Conforme se apaga la tarde, se extingue la cercanía. De pronto estalla: ¿Qué…? Lo podas de raíz. Entiendes que pasó así porque lo necesitábamos. Recorres mi mejilla con la palma de tu mano derecha, como comprobando que lo que acabas de sentir fue producto de otro ser real; yo resuelvo mi duda con el mismo tacto. Abres los labios: inevitable desenlace… me pierdo en ti de nuevo…

El sol de la ventana recuerda que es hora de la cotidianeidad. Por fortuna sólo fue un ensayo de mi cerebro. Quién sabe qué tiene que desde que no me atrevo a hacer las cosas las hace por mí. Me muestra los finales… me advierte de las consecuencias de los actos nunca cometidos. Qué bueno que no te perdí. Momentos así están hechos para amores eternos –de ésos que duran unos meses- o para personas que buscan pretextos dulces para alejarse. O para los pocos amigos locos que entienden el cariño humano como algo más fisiológico, más libre, más humano. No para tu moral ni para mi pasado.

El valor de tu amistad es mayor que el deseo de experimentar una sola vez el placer de tu proximidad. ¿Acaso podrías soportar el resto de tus días con ese anochecer en tu mente?

Así fue


Por: Perro


Ésa noche me probé a mí mismo que podía beber más de lo que pensaba, y que eso podía romper promesas. Otra noche puse en riesgo una vida aparte de la mía. De madrugada caminamos horas y horas por vacías avenidas. Cambiamos de sueños como cambiamos de escenarios. Un grito de alegría ahoga un momento de pésame. Sí, la felicidad de uno, el efímero momento a disfrutar, es el sepulcro de llantos ajenos.


Hay aciertos tardíos y errores permanentes, segundas vueltas y momentos finales. Está la magia, sí, del lugar que sólo se visita una vez, y la nostalgia de lo no vivido, pero también la adrenalina de lo prohibido y la relajación que provoca lo seguro.


Recuerdos, juramentos; momentos, remordimientos. ¿Estás consciente de tu papel en el desarrollo de tu vida? ¿Entiendes el azar? ¿Comprendes la voluntad? ¿Querer es poder? No hay destinos, no hay caminos trazados. No hay determinismos –bueno, sí, pero son muy pocos- y por tanto no hay excusas por adelantado –bueno, sí, pero son muy pocas-.


¿Qué pendientes dejas de lado cuando vives? ¿Qué responsabilidades cargas cuando sueñas? ¿Qué te pesa cuando vuelas? Pocas cosas son más tristes que un cadáver muerto, y una de ellas es un cadáver vivo. Tu vida es jazz con sabor a salsa para unos y a marcha fúnebre para otros. ¿Acaso importa?

Wednesday, November 04, 2009

A la luz de las mismas estrellas


Por: Perro

No hay días tristes, el problema es cuando llega la noche. Breves instantes, tu vida y la mía. Grandes anhelos: decir “siempre”, “nunca”, “al final”, “desde el principio”. No hay absolutos cuando se trata de existir. Mucho tiempo atrás te vi por primera vez, más no sabremos si me veía yo. Ahora los dos somos cualquiera, nos movemos a lo largo y ancho de nuestras realidades. Una vez senderos, se han cubierto con hierba. Una vez mares, lodo se abre paso. Tanto se recuerda que se hace eterno, se distorsiona y dudamos de su autenticidad. Se cruzan los caminos, más nadie advierte que un cruce contiene por definición la perpendicularidad. A estas horas sueñas, otros más te pensamos. Cuando me pienses, estaré inconsciente. Estamos techados por el mismo cielo, bebemos de la misma agua, vivimos los mismos tiempos. Vimos el camino tan distinto, ahora contemplamos distintos horizontes.

Me heriste, te herí, nos herimos. Te curé, me curaste, nos curamos. Fuimos lo que necesitábamos y luego necesitamos irnos. Hoy recuerdo, y suspiro. Tantas heridas pasadas nos han vuelto más fuertes, pero más fríos, secos, duros, insensibles. Insensibles al dolor ajeno, al provocado por nosotros. Podríamos pasar el uno junto al otro, lo hemos hecho. Algo dentro se tuerce, cada vez menos perceptible. Podríamos hablar horas, lo hemos hecho. Torpes recuerdos se agolpan en la garganta, cual lágrimas en los ojos. Aprendí a esquivarnos, aprendiste a no tocarme. Cada paso te lleva a más gélido, te acompaño a lo lejos. No sabes quién es el que escribe, no sé quién me lee. Al final pasa lo mismo que siempre y que nunca ocurrió: quisiste, quise, quisimos. No hicimos, no hiciste, no hice. Hablamos, pero callamos. Luego nos dejamos y no queda más que la incertidumbre de no haber hecho más, de haber querido hacer menos. Y volvemos los ojos al cielo, y vemos que tan infinitas posibilidades nos llevaron sólo a contemplarles más plácidos, más viejos, más muertos.

No hay culpas, no hay arrepentimientos, no regrets. Milímetros deliciosos se convirtieron en fríos kilómetros. Nada regresa a la vida, el recuerdo es sólo el analgésico prescrito para esos malos momentos a medio anochecer en que no se sabe qué se siente. La esperanza es un placebo emocional. El llanto, una liberación de oxitocina que relaja fisiológicamente y agota al cuerpo para que descanse la mente…

Monday, October 19, 2009

Sucesos improbables





Por: Perro


La historia que nunca pasó…


-1-


Tú, recostada en el sofá, con una almohada en la espalda. Aroma a café, tarde –ya casi noche- nublada. El perro durmiendo a tus pies. Llovizna. Un pedazo de pie de manzana a medio comer. Friends en la televisión. Caes dormida y sueñas con un galgo y un caballo blanco. Afuera una ambulancia a velocidad. Tu sueño: lo besas, apasionadamente, y los animales sólo observan. ¿Qué es eso que llamamos amor? Llueve francamente ahora. Un relámpago y te acurrucas. La luz se extingue. Tus pies sobresalen del sofá; una brisa los acaricia. Se intoxica el ambiente con el perfume que se desprende de tu cabello al moverte suavemente entre los cojines. El perro levanta la cabeza, otro trueno.


Sueñas un pasillo lejano, agarrada de su mano. Atardecer. No más galgo, no más caballo. El jardín se empapa, se ven desde las puertas de vidrio cómo se funden los pastos que soportan la tormenta con las enormes gotas que caen, en un profundo verde azulado teñido de gris. Tú duermes, y mientras tanto el mundo sigue. No te pidió permiso para continuar, simplemente tu tranquilidad le vale madres. Despiertas. Cierras la ventana que se abre paso por tu campo visual. Te vas a tu cuarto. Alguien dejó de existir.


-2-


Regresas a casa. Madera y vino invaden el ambiente. Te quedan seis años de vida. Esa tarde encuentras a tu mejor amigo de la preparatoria en las noticias. – ¿Será que aún se acuerda de nosotros?-. Un recuerdo repentino y absurdo te invade.


The Doors en el radio, cuatro cerebros a alta velocidad en una carretera. Fin de semana a la playa. Cervezas apagan la sensación de cautiverio alojada en la gran ciudad. Conforme se desvanece la mañana, se acaba el alcohol. Orinas al pie del camino, se siente el viento que corre desde los húmedos campos. Se escuchan los automóviles que huyen despavoridos del monstruo citadino. Llegan a la casa de sus tíos. Caldo de res, refrescos -¡qué pinche mareo! Debieron haber sido más de 12 cervezas-. La noche fresca, dos cajas de ámbar frescura. El malecón iluminado se extingue para dar paso a la arena, las olas. Solo la luna contempla la promesa de repetir el viaje tanto como se pueda. Un Chevy viejo espera las tres de la mañana y el fin de las canciones forzadas que supuran por sus bocinas. Te duermes. Se estaciona frente a su destino final. -¡Llegamos!- desearías no amanecer. Todo da vueltas, te vas a torcer el pie.


Anuncia que el año fiscal no será el mejor de la historia. Adiós al aumento de febrero. –Ojalá lo vea algún día-.


-3-


Un día nos conocimos y hasta que me enterraste no nos separamos. Te arreglas un poco el cabello mientras leo crítica política. Hueles a sandía, a maquillaje, a talco, a shampoo, a fresa, a delirio. Tu silueta resalta de la blusa que te has puesto. Cada detalle se hace estéticamente implacable: el broche del brassiere situado en la espalda se define debajo de la delgada tela, unos cuantos cabellos que brotan del arreglo de tu cabeza se pierden en el horizonte a la sazón de la luz que reflejan, un raspón blanquecino en la mezclilla de tus jeans a la altura de la rodilla recuerdan el trote y el pasar del tiempo. Un beso coqueto en el borde de mi boca y una disculpa –ya casi termino, ¿ok?- Asiento, y antes que te vayas, mis manos cometen el crimen.


Te tomo de la cintura, te arrastro suavemente a donde espero y te beso, te arruino minutos de labial. La lengua saborea el interior de tus mejillas, tus dientes responden con sutileza. El aroma se clava en los pulmones y algo me dice que no saldremos esta tarde. Te desabrocho el pantalón y subo tu blusa lentamente. Te retiras: -¡se hará tarde!-. Un beso en la frente y tu sonrisa que se tatúa en mi encéfalo. Te vas. Inevitable voltear a ver tu partida, me embeleso con la imagen. Volteas, sentiste mi mirada -¿y ahora qué?- preguntas. –Es como si…- me detengo, y pienso: si tus besos me duraran para siempre, si este momento no terminara, si el universo se detuviera… pero es más reto que avance y sigamos, porque lo que vale la pena rara vez dura más de algunas tardes -… se me antojara un vaso con whiskey-. Me ves extrañada. El precio que pago por no romper un momento. A veces me pierdo en lo asombroso de la cotidianeidad y prefiero no asustar a nadie con la locura de mi pensamiento.


-4-


Es de madrugada. Llueve pausadamente, como con pereza, como con desidia de cada gota que se resiste a morir contra el pavimento. Tú no lo sabes, pero todo acabó. Sueñas y no es conmigo. Tus manos suaves nunca volverán a tocar este rostro, y tal vez sea lo mejor para ti. Por meses me han dicho que te daño, que te he alejado de tu familia, de tus amigos, que invado las conversaciones con mi nombre. Esas piernas nunca volverán a sentir mis ansias sobre sus muslos, ni tus botones de aquella blusa a rayas serán casi arrancados por la desesperación por encontrarme como por vez primera con la piel de tu torso. Parece que sonríes. Si estuviera ahí -¿lo estoy?- te acariciaría el cabello, me quedaría oliendo la mano llena de ti, mezclada con el olor a cigarro barato característico de mis dedos. La calma de la noche que te envuelve se alberga en mi corazón. Te envuelve como alguna alocada tarde te envolvieron mis besos por todo tu delicado cuerpo, como mis fuertes manos te apretaron por el deseo de nunca soltarte. Pero el tiempo hizo que te soltara. Los caprichos de un errante cerebro que sucumben ante el sincero cariño que despierta en tu corazón. De hoy en adelante eres libre de nuevo. Nunca presa, pero ahora libre.


Una última poesía te compuse, se escribió con sangre en el pavimento.

Saturday, October 10, 2009

Un llamado a la congruencia


Por: Perro


Estimado lector:


Es evidente que este es un espacio –suyo, sí; tan suyo como mío y el de mi colega- de creación literaria y crítica sociopolítica. Sin embargo, como toda obra artística, usted es sólo la mitad de la participación. El escritor ha generado este rincón para poder expresarse libremente y exponer su obra literaria. Aclaro que dichos textos no se hacen pensados en situaciones particulares o en forma de venganza, reclamo u ofensa; es más, no necesariamente reflejan situaciones vividas por el autor: si bien algunos de ellos son textos autobiográficos, otros son meramente experimentación artística o incluso basados en historias de terceros.


No omito apuntar que, al igual que cualquier pieza de arte, la producción del texto por lo general no va encaminada a despertar un juego de pensamientos en un interlocutor: para ello, los que escriben enviarían un mail, carta o mensaje a la persona a la que va dirigido. Es, por lo tanto, poco lúcido ofenderse por algo que no tiene la intención de lastimar al receptor. Si a usted, estimado lector, le ofenden las escenas violentas en los noticieros, es sólo su decisión dejar la transmisión del canal y continuar observando. Si una puesta en escena, una escultura o un cuadro le parecen grotescos, nadie le obliga a quedarse en ese lugar. Pero no puede por ello arremeter contra el artista –independientemente de que se nos pueda colocar en dicha categoría o no-, no puede demandar a la televisora y no puede destrozar la obra… peor aún sería siquiera insinuar al escritor que cambie su forma de escribir.


Así que, si usted no se considera apto para este tipo de lecturas, se le invita a no reclamar y abstenerse de la lectura de este sitio.


Citando nuevamente a una gran amiga: “Cada quien es responsable de lo que siente”…

Seis horas antes del exilio



Por: Perro


¿Qué es de la vida sino pasajes asombrosos con penas y rabia, con llantos, alegrías y desastres? Pequeños accidentes, grandes incidentes. Un segundo, un trago, y la vida se fue en ello… mil destinos con un solo pasado. Hay quienes viven en la imitación, albergados a la sombra de trazadores de caminos, por miedo a equivocarse en el suyo propio. Hay quienes prefieren andar sobre sus pasos de nuevo, por temor a salir del confort que provoca el eterno hastío de lo cotidiano.


Hay quien se arriesga y muere en el intento, sólo para renacer más fuerte, más viejo, más adolorido pero más seguro. Cicatrices que cada vez sanan más rápido, la experiencia que socava sus ríos por toda tu anatomía, las palabras que hieren cada vez con menos eco, con menos sangre. Sangre, cada día más espesa, menos viva.


Buscas: primero en sueños, luego en botellas, al final entre el polvo. Proyectas: primero a la frontera inmaterial de un infinito etéreo, para terminar vaciándote a un agujero. Pides perdón, una, diez, mil veces. Llega el día que te toca perdonar, y son las heridas las que te impiden derramar miel en el oído arrepentido. Silencio.


Ves montañas, picos inalcanzables que te intimidan y te seducen a escalarlos. El camino te rompe las piernas. La cima, al llegar, no ofrece mucho más de lo que tu imaginación había abstraído. ¿Valió la pena el viaje? Sí, si tú lo decides así, como consuelo a lo inútil de una travesía que sólo sirvió para demostrarte que eres capaz de las cosas inauditas que te contarás una y otra vez para darte ánimos al final de tu recorrido.


Falsedades, mentiras. Todos somos presas por acto u omisión de verdades, cometidas por nosotros, para nosotros. Autocomplacencia, la necesidad de cerrar ciclos. Dejas una puerta abierta, no sabes si para entrar o para salir, para que otros sigan entrando o se vayan de aquí.


Aves de vuelo pesado se pasean torpemente en un gris cielo que depara la vacuidad de un inanimado ser al borde del olvido. Aves que descargan su tonada sobre sordos oídos que no desean ser salvados. Esclavos de la sociedad que anhelamos, vasallos de sus deseos, de sus intrigas, de sus imperfecciones. La aspereza de las verdades frías lima las salientes de un animal pútrido que se seca a la luz de la aurora de los amaneceres de alguien más. Mala suerte, para ti es la luz del ocaso.


Abstinencia de razón, escasez de pensamiento. Más cómodo resulta el inerte descanso que el trote de medio día, en esas mañanas que abrasan el pavimento insulso, ni una triste nube que cubra los escasos recuerdos que sudas al pasar. Sólo transitas, sólo existes, no caminas por el destino, ni huyes del punto de partida, ni disfrutas del trayecto. No te quedas porque es peor ser pisado por otros transeúntes. Te paras, caminas, corres, sólo porque de no hacerlo tarda más en llegar el fin a tu cuerpo.


Al fin, la noche llega. No ves, no sientes. Apenas oyes lo que aparenta ser un silbido de tus obstruidos conductos respiratorios. Tragas agua, licores, restos de maquillaje. Todo se amasa tiernamente en el abdomen prominente, abyecto, taponado con masas de pretextos y excusas. Ahora quieres reventar. Piensas que es la luz del tren, pero te topas con la luna. No hay peor castigo para el que desea que su idea en otro camino. Te ríes. Te mueres.



If, someday, someone of you misses this empty body, whisper to the stars...