Por: Perro
-I-
Pues nada, yo
estaba así sin armar pedos ni nada, y que se acerca y pues que le pregunto que
qué quería, y pues así sin aviso nomás me dejó ir un madrazo, sí, así bien
plantado, pero pues no me iba a quedar así, y pues que me le dejo ir y pues ya,
le puse sus chingadazos y pues ya me levanto, y que no se levanta, y llegaron
sus cuates y pues yo me salí, ya quién sabe qué habrá pasado, yo creo que se lo
llevaron al Seguro, no sé…
-II-
- ¡Ah! Y pues
sí, así te digo, que el otro día me lo encontré en la calle.
- ¿A poco? Y
¿Qué te dijo?
-¡Ay! ¡Es un
pendejo!
- Jajajaja ¿Por
qué?
- Ay, pues
nada, lo saludo y le pregunto que como está y así, y me dice: “Hace poco estaba
pensando en ti” y yo así de…
- ¡Noooo!
¿Neta?
- ¡Sí! Pero no,
espera, tons’ le digo “¿A poco? ¿Y eso?” y, ¿sabes qué me responde?
- ¿Qué?
- Ah, pues que
sí, que porque se estaba bañando…
-III-
No, no sé. No
sé qué pasó.
-IV-
Sujeto
masculino, 88 años de edad. Antecedentes de diabetes reciente, tratamiento para
la hipertensión interrumpido por el paciente y enfermedad coronaria detectada
tardíamente. Paro cardiorespiratorio alrededor de las 19:15 hrs. La familia
llamó a la ambulancia. Recibe primeros auxilios y lo reaniman. Llega al
hospital nuevamente en paro; UCI 20:05. Reanimación en UCI por 18 minutos. Leve
respuesta cardiaca. 20:45: Paciente estable. 21:19 cae nuevamente en paro.
Reanimado a las 21:25. Fibrilación ventricular 23:49, se procedió a
desfibrilación. Hora de la muerte: 00:36. Se trató de informar a la familia. No
había nadie en casa. Nadie en la sala de espera. Dejaron cubiertos los gastos
hospitalarios. Nadie reclamó el cuerpo.
-V-
Esto es un
experimento literario. Aquí no pasó nada. Esto es un experimento literario.
Aquí no pasó nada. Esto es un experimento literario. Aquí no pasó nada. Esto es
un experimento literario. Aquí no pasó nada. Esto es un experimento literario.
Aquí no pasó nada. Esto es un experimento literario. Aquí no pasó nada. Esto es
un experimento literario. Aquí no pasó nada. Esto es un experimento literario.
Aquí no pasó nada. Esto es un experimento literario. Aquí no pasó nada. Esto es
un experimento literario. Aquí no pasó nada. Esto es un experimento literario.
Aquí no pasó nada. Esto es un experimento literario. Aquí no pasó nada. Esto es
un experimento literario. Aquí no pasó nada. Esto es un experimento literario.
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un experimento literario. Aquí no pasó nada. Esto es un experimento literario.
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experimento literario. Aquí no pasó nada. Esto es un experimento literario.
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un experimento literario. Aquí no pasó nada. Esto es un experimento literario.
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un experimento literario. Aquí no pasó nada. Esto es un experimento literario.
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un experimento literario. Aquí no pasó nada. Esto es un experimento literario.
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un experimento literario. Aquí no pasó nada. Esto es un experimento literario.
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un experimento literario. Aquí no pasó nada. Esto es un experimento literario.
Aquí no pasó nada. Esto es un experimento literario. Aquí no pasó nada. Esto es
un experimento literario. Aquí no pasó nada. Esto es un experimento literario.
Aquí no pasó nada.
Aquí no pasó
nada.
-VI-
Decíamos que
sí. Decíamos que sí a todo. De pronto ya no. Envejeció. Envejecimos. Me hizo
envejecer. ¿O es que acaso podía envejecer sin su ayuda? Todo empezó con el miedo.
Miedo a gastar, miedo a caerse, miedo a morir, miedo a enfermar. Luego empeoró:
miedo a defraudar a los demás, miedo a quedar fuera de su grupo de amigos,
miedo a no tener. Cerca del final, eran miedos que me aterraban: miedo a no
tener aceptación por su retraso
tecnológico, miedo a no ser la persona divertida que la gente creía que era,
miedo a mí. Creyó que yo era quien había perdido la cabeza. No había más
remedio. Nos había condenado a morir juntos o perecer en la relación. Morimos.
Creo.
-VII-
Ironía: gente
que se queja de la lluvia porque se moja, o porque pierde el tiempo y no llega
a trabajar para ganar dinero, para ahorrar, para ir a una playa a mojarse y
perder el tiempo...
-VII ½-
Nunca lo
esperó. Pero un día sucedió. Estaba totalmente fuera de su realidad. Esos
accidentes son la clara definición de accidente.
Mientras miraba alguna nota poco profunda en su computadora, llegó a su puerta.
Apenas alcanzó a levantar la vista. Tomó su mano. No entendía qué pasaba, y no
pudo entenderlo jamás. Salieron por la puerta hacia un patio que colindaba con
una primaria. Le sudaban las manos. A los dos. En esa época del año no era
difícil toparse con el uso de estos espacios para fiestas. Se escuchaban
algunas canciones y algunas aberraciones. Con ese soundtrack de fondo, se miraron a los ojos. Ni siquiera con la
mirada podían hablarse. Lo que había entre ellos sobrepasaba por mucho las
charlas de pupilas. No podían decir ninguna palabra. No podían soltarse las
manos. No sabían qué hacían ahí. Pero el hecho es que ya estaban ahí. Alea iacta est. Nadie podrá explicar
jamás cómo puede haber tanta física y tan poca química en ese par. Tensión
inimaginable y total desconexión. Otras historias de amor, o de sexo, o de
cariño, o de la platónica práctica de no hacer, tienen un desenlace. Este par
de idiotas no sabían cómo terminar la historia. Alea iacta est. Ni todo su historial de acercamientos y
alejamientos con un posible coqueteo tácito en cada movimiento podía servir de
marco de referencia para ese momento. Otra canción. Se mojaban los labios, como
pistoleros que no se atreven a desenfundar sus armas. Medían a su contraparte.
¿Medían? Ni siquiera sabían que estaban ahí, al parecer. Seguían ahí. Jamás en
la historia de la humanidad dos personas habían pasado tanto tiempo sin decir
palabras. Había menos confusión en una redada. Había más calma en una guerra.
No sabían cómo atacar. No sabían si atacar o no. No sabían si retirarse. Oh.
No. Eso sí lo sabían. Alea iacta est.
No hay cómo retirarse. No sentían sus corazones, pero éstos iban acelerando
como un avión a punto de despegar. Sin alas, al parecer. Alea iacta est. Posiblemente podrían haberse quedado ahí hasta el
final de los tiempos. Parecía que nunca habían jugado ese juego. Pero no era
así. De tanto jugarlo, el regreso a las divisiones inferiores, a lo más básico,
al tablero elemental, suponía un reto para el que tanta preparación les había
dejado sin defensas. ¿A quién invocar para su ayuda? ¿Una cobra? ¿El ataque de
un tiburón blanco? ¿La ráfaga del tigre? No. Esto parecía más una carrera de
perezosos. Y ninguno iba ganando. Ni siquiera se atrevían a recorrer con la
mirada algo más que sus ojos. Esos cuerpos que tantas veces habían deseado
tocarse, besarse, fundirse, no sabían qué hacer ahora. En el momento decisivo.
En el momento final. Alea iacta est.
Y seguían sin moverse. La relatividad del tiempo se burlaba de ellos, y es que
para los dos seres parados en ese agujero negro, en esa singularidad maldita
del espacio/tiempo, todo giraba interminablemente. A una velocidad ofensiva.
Pero para cualquier espectador ajeno a la escena, la inmovilidad de estos dos
zopencos sería causa de risa, malestar y confusión absoluta. Entreabrió su
boca. No sabía qué hacer con ella. Quería decir algo. Inhaló profundamente por
nariz y boca. Nunca iba a volver a respirar. No como hasta ese momento.
Entonces… Alea iacta est. Maremotos
de mil océanos, todas las cobras y tigres y tiburones. Le ahogaron la
respiración o la palabra o el beso que se asomaba tímidamente en la comisura de
sus labios con otro beso. Ni siquiera supieron cómo pasó. La pasión se
desbordaba, aniquilando de un golpe todo lo pasado hasta el momento. Si no
sabían cómo empezarlo, infelices bastardos, menos sabrían qué hacer con ello.
Sólo había pasión. Ni siquiera sabían del deseo, al que al parecer dejaron
fuera de esa ecuación. ¿Amor? ¿Cariño? Pasión. ¿Necesidad, acaso?
Era de
madrugada cuando por fin sofocaron el beso (en realidad, no sabremos cuánto
duró pues nadie documentó el no presupuestado inicio). Música y palabras de
borrachera se colaban por entre los huecos de los árboles del patio. Seguían
tomados de las manos. Seguían pegadas las miradas. Decepción escurría de sus
caras.
-VIII-
Frases
asesinas:
Mi venganza
será el día que me extrañes y yo ya no esté ahí. -L.A.-
Toda mi vida
viví preocupado por algo que nunca pasó. -L.B.-
Aprovechen mi
juventud, que no todo el tiempo estaré con esta vitalidad ni con estas ganas de
seguir viva. -L.C.-
He who forgets will be destined to remember. -E.V.-
Ante la
evidencia, no hay argumentos//Contra factum non valet argumentum.
-IX-
Las segundas
oportunidades, las segundas veces, los segundos aires, son premio a la
perseverancia de aquellos que sobrevivieron a los primeros fracasos, los
primeros dolores, las primeras negativas. Se reservan para quienes les valió
madre y apostaron contra la biología, contra la herencia, contra la estética, contra
el arte, contra el gobierno, contra su historia, contra ti, contra mí y contra
todos los linajes.
- X-
Siempre es el
mismo sueño. Lástima que la reiteración del mismo no lo haga más real.
Algo pasa,
siempre es algo. Ni modo que comience de la nada; nunca fui esa clase de
persona que despierta pasiones por mera existencia. Accidentalmente, se acortan
las distancias. Accidentalmente comienza todo. Las tardes a la orilla del río.
Cervezas de madrugada. Domingos. Esa vez que viajamos a la islita donde había
comida de mar fresca, y te asustaron las gaviotas que querían compartir el buffet de mariscos. Ese beso. Y ese otro. El
stress y cómo acostumbramos a combatirlo con arte; ese arte cada vez más
abstracto de pintar sobre tu espalda desnuda, abstracciones resultado de volar
contigo cada vez más y más alto. Construir memorias para más tarde, juntos.
Festejos. Y tristezas. El funeral que por más que abrazaba tu cuerpo no conseguía
pegar tu corazón roto. Había más dolor en mí por verte así que en el resto de
la sala. Y la discusión con vino tinto sobre lo inmaterial de la materia viva, de
la materia querida. Tu disgusto por la cátsup, y el mío por hablar en público. Cuántos
desvelos por amor y cuántos por diferencias. Tu cabello en mi rostro, siempre. Me
mantuviste siempre con los sentimientos a flor de piel, me hacías sentir tanto
que me dolía la nariz de tantos olores de colores que tus palabras evocaban. Nos
perdimos donde podíamos y debíamos perdernos, y así fue que nos terminamos de
encontrar. El museo en que nos quedamos perplejos llorando frente al cuadro. 30
minutos… Siempre que recordábamos esas primeras semanas, el sólo recuerdo nos
arrojaba a la alcoba. Transformamos lágrimas en sonrisas, sonrisas en promesas
y promesas en recuerdos. No siempre, porque esto no es una novela rosa ni una
película de ésas en las que la trama es tan predecible que difícilmente
llegamos a compartir una o dos. Aeropuertos. Aquel concierto que por besarnos
nos perdimos casi completo… El diagnóstico y el tratamiento que, en cuanto me
tomaste de la mano, se hicieron nimios. Dos mundos tan distintos que a pesar de
impactarse severamente una y otra y otra vez el uno contra el otro, jamás se
destruyeron ni se hicieron uno solo, pues su danza los seducía más que
cualquier fusión. Y al final de mis días, la tristeza de dejarte por saber que
en verdad me ibas a extrañar. No por la ausencia, sino porque a esta historia
se le había terminado la tinta.
Lástima que
todo fue sólo un sueño.
-XI-
"A veces
es muy difícil imaginar lo que uno es capaz de lograr por amor. Esta, señoras y
señores, es la historia de un descubrimiento cuyo motor fue la única persona
que me falta en esta sala esta noche. Porque por ella crecí hasta este día y
este lugar, y a veces ni siquiera estando en la cumbre es suficiente, porque
queremos complacer escalando montañas a quien busca navegar océanos".
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