Saturday, October 10, 2009

Seis horas antes del exilio



Por: Perro


¿Qué es de la vida sino pasajes asombrosos con penas y rabia, con llantos, alegrías y desastres? Pequeños accidentes, grandes incidentes. Un segundo, un trago, y la vida se fue en ello… mil destinos con un solo pasado. Hay quienes viven en la imitación, albergados a la sombra de trazadores de caminos, por miedo a equivocarse en el suyo propio. Hay quienes prefieren andar sobre sus pasos de nuevo, por temor a salir del confort que provoca el eterno hastío de lo cotidiano.


Hay quien se arriesga y muere en el intento, sólo para renacer más fuerte, más viejo, más adolorido pero más seguro. Cicatrices que cada vez sanan más rápido, la experiencia que socava sus ríos por toda tu anatomía, las palabras que hieren cada vez con menos eco, con menos sangre. Sangre, cada día más espesa, menos viva.


Buscas: primero en sueños, luego en botellas, al final entre el polvo. Proyectas: primero a la frontera inmaterial de un infinito etéreo, para terminar vaciándote a un agujero. Pides perdón, una, diez, mil veces. Llega el día que te toca perdonar, y son las heridas las que te impiden derramar miel en el oído arrepentido. Silencio.


Ves montañas, picos inalcanzables que te intimidan y te seducen a escalarlos. El camino te rompe las piernas. La cima, al llegar, no ofrece mucho más de lo que tu imaginación había abstraído. ¿Valió la pena el viaje? Sí, si tú lo decides así, como consuelo a lo inútil de una travesía que sólo sirvió para demostrarte que eres capaz de las cosas inauditas que te contarás una y otra vez para darte ánimos al final de tu recorrido.


Falsedades, mentiras. Todos somos presas por acto u omisión de verdades, cometidas por nosotros, para nosotros. Autocomplacencia, la necesidad de cerrar ciclos. Dejas una puerta abierta, no sabes si para entrar o para salir, para que otros sigan entrando o se vayan de aquí.


Aves de vuelo pesado se pasean torpemente en un gris cielo que depara la vacuidad de un inanimado ser al borde del olvido. Aves que descargan su tonada sobre sordos oídos que no desean ser salvados. Esclavos de la sociedad que anhelamos, vasallos de sus deseos, de sus intrigas, de sus imperfecciones. La aspereza de las verdades frías lima las salientes de un animal pútrido que se seca a la luz de la aurora de los amaneceres de alguien más. Mala suerte, para ti es la luz del ocaso.


Abstinencia de razón, escasez de pensamiento. Más cómodo resulta el inerte descanso que el trote de medio día, en esas mañanas que abrasan el pavimento insulso, ni una triste nube que cubra los escasos recuerdos que sudas al pasar. Sólo transitas, sólo existes, no caminas por el destino, ni huyes del punto de partida, ni disfrutas del trayecto. No te quedas porque es peor ser pisado por otros transeúntes. Te paras, caminas, corres, sólo porque de no hacerlo tarda más en llegar el fin a tu cuerpo.


Al fin, la noche llega. No ves, no sientes. Apenas oyes lo que aparenta ser un silbido de tus obstruidos conductos respiratorios. Tragas agua, licores, restos de maquillaje. Todo se amasa tiernamente en el abdomen prominente, abyecto, taponado con masas de pretextos y excusas. Ahora quieres reventar. Piensas que es la luz del tren, pero te topas con la luna. No hay peor castigo para el que desea que su idea en otro camino. Te ríes. Te mueres.



If, someday, someone of you misses this empty body, whisper to the stars...

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