Wednesday, November 04, 2009

A la luz de las mismas estrellas


Por: Perro

No hay días tristes, el problema es cuando llega la noche. Breves instantes, tu vida y la mía. Grandes anhelos: decir “siempre”, “nunca”, “al final”, “desde el principio”. No hay absolutos cuando se trata de existir. Mucho tiempo atrás te vi por primera vez, más no sabremos si me veía yo. Ahora los dos somos cualquiera, nos movemos a lo largo y ancho de nuestras realidades. Una vez senderos, se han cubierto con hierba. Una vez mares, lodo se abre paso. Tanto se recuerda que se hace eterno, se distorsiona y dudamos de su autenticidad. Se cruzan los caminos, más nadie advierte que un cruce contiene por definición la perpendicularidad. A estas horas sueñas, otros más te pensamos. Cuando me pienses, estaré inconsciente. Estamos techados por el mismo cielo, bebemos de la misma agua, vivimos los mismos tiempos. Vimos el camino tan distinto, ahora contemplamos distintos horizontes.

Me heriste, te herí, nos herimos. Te curé, me curaste, nos curamos. Fuimos lo que necesitábamos y luego necesitamos irnos. Hoy recuerdo, y suspiro. Tantas heridas pasadas nos han vuelto más fuertes, pero más fríos, secos, duros, insensibles. Insensibles al dolor ajeno, al provocado por nosotros. Podríamos pasar el uno junto al otro, lo hemos hecho. Algo dentro se tuerce, cada vez menos perceptible. Podríamos hablar horas, lo hemos hecho. Torpes recuerdos se agolpan en la garganta, cual lágrimas en los ojos. Aprendí a esquivarnos, aprendiste a no tocarme. Cada paso te lleva a más gélido, te acompaño a lo lejos. No sabes quién es el que escribe, no sé quién me lee. Al final pasa lo mismo que siempre y que nunca ocurrió: quisiste, quise, quisimos. No hicimos, no hiciste, no hice. Hablamos, pero callamos. Luego nos dejamos y no queda más que la incertidumbre de no haber hecho más, de haber querido hacer menos. Y volvemos los ojos al cielo, y vemos que tan infinitas posibilidades nos llevaron sólo a contemplarles más plácidos, más viejos, más muertos.

No hay culpas, no hay arrepentimientos, no regrets. Milímetros deliciosos se convirtieron en fríos kilómetros. Nada regresa a la vida, el recuerdo es sólo el analgésico prescrito para esos malos momentos a medio anochecer en que no se sabe qué se siente. La esperanza es un placebo emocional. El llanto, una liberación de oxitocina que relaja fisiológicamente y agota al cuerpo para que descanse la mente…

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