Monday, February 01, 2010

Otros mundos


Por: Perro


Un azul nítido partido en dos: mar y cielo. Agua cristalina baña la orilla y deja tras de sí una fina espuma sucia con granos de arena color marfil. Si no es por el romper de las olas y alguna que otra ave marina, el silencio reinaría en el pedazo de paraíso en cuestión. A espaldas de la playa, tan pronto termina la zona de alcance de impacto de la marea, nace un pequeño intento de selva desorganizada, tan tupida que contrasta la oscuridad de sus sombras de manera asombrosa con la playa tan iluminada que lastima la vista.


La brisa llega del mar y baña todo con un refrescante olor a océano, mueve las hojas de las plantas que sobresalen de la verde espesura y hace aparición la actriz.


Sigilosamente sale de entre la vegetación y se dirige hacia el agua. Súbitamente se detiene: su delgado cuerpo brilla al sol mientras ella observa hacia varios lados. Saborea la brisa y decide seguir avanzando. Su hermoso contorno queda plasmado a su paso conforme avanza hacia el océano sus huellas permanecen intactas apenas unos instantes: es tan ligera que la ola más suave borra todo rastro de su camino tan pronto lo toca.

Antes de introducirse por completo en el agua, sus bellos ojos de todos los colores vuelven a divisar hacia varios lados ¿le preocupará su desnudez, acaso? Se nota que aumenta un poco su frecuencia respiratoria: las costillas se expanden cada vez más deprisa. Ahí, erguida, justo en la frontera de dos mundos, deja notar su musculatura: es fuerte, firme, pero no voluminosa.


La llama el agua. Inspira profundamente y con la siguiente ola que se retrae, avanza y se lanza al agua. Conforme su figura avanza grácilmente en el salado líquido, pequeñas estelas de burbujas quedan como efímero trazo de su vuelo subacuático. El delicado cuerpo se sumerge cada vez más y más y toca el suelo con el vientre, lo que remueve la arena y asusta a unos pequeños peces que curioseaban por el lugar. Cada vez nada más rápido, como si fuera huyendo; su contorno se pierde con el de la arena y el agua conforme se desplaza.


El paso de la bella habitante misteriosa se dibuja son sombras debajo de sí en las áreas más profundas y calmadas, donde el agua es tan limpia y con tan poca perturbación que la luz solar se filtra hasta la arena. Emerge un instante, toma aire y observa: apenas asoma su cabeza y cuello, unas gotas de mar escurren por su anatomía. Apenas apoyada en el fondo arenoso, el vaivén del agua balancea su cuerpo y la hace parecer una delgada palmera que se resiste a dejarse llevar por un huracán, con apenas una porción de su cuerpo a manera de raíz, de ancla. Algo se mueve en el horizonte y se sumerge de nuevo, apenas con suficiente aire para esta inmersión. Tendrá que salir pronto.


Cada vez más lejos de la orilla, tenemos la certeza de que tal vez no regrese a esta playa. Quizás nade hasta la siguiente isla hasta el anochecer. Continúa su camino la bella serpiente.

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