Saturday, July 26, 2008

Independence day


Por: Perro


Hoy desperté con un sueño extraño, había una chica en mis labios, y un grito ahogado al fondo… era 16 de septiembre. No me atormentó el primer suceso, pero sí el segundo: ¿qué demonios festeja el mexicano típico el 16 de septiembre?


Nada. Este país no festeja nada. El 16 de septiembre es un pretexto para no ir al trabajo, para embriagarnos (como si necesitáramos un pretexto), para construir puentes y hacer nada dos o tres días. Quien asevera que el mexicano es independiente miente al mismo tenor que quien dice que las nubes son de algodón. Se promueve mucho acerca de los Festejos del Bicentenario. ¿Bicentenario de qué? Aquí no existe la mínima idea de quién hizo qué y para qué y qué implicó eso en su vida diaria. Quienes lucharon por sacarnos de la colonia primero y de la dictadura después son hoy molestos objetos de la memorización en las primarias y secundarias y una vez aprobados dichos cursos –¡Gracias Josefina Vázquez Mota, grandísima pendeja, por tus reformas educativas!- se vuelven no más que colonias, calles o delegaciones.


No es éste un llamado nacionalista o un acto patriótico, es una crítica a un pueblo que no le importa la crítica, pues está muy ocupado en sus telenovelas, el reggaetón, el fútbol y si acaso, las palabras mediáticas de una piara de comunicadores a los que les dan el grado de periodistas junto con su traje estampado con el logo de su cadena televisiva –¡qué bonito es cuando saltan las cosas a la vista!-. ¿Qué independencia celebran, si es que acaso saben qué es la independencia? El patético momento en que el imbécil presidente en turno emula la acción de Don Miguel Hidalgo y Costilla al hacer sonar las campanas en el Zócalo retumba en el oído colectivo, sordo por cierto, como una bofetada a cada individuo, una demostración más de que al pueblo
Panem et circenses, y ahí van y le festejan al que ganó la subasta del país por seis años que se vanaglorie diciendo que vivan los héroes de la independencia…


La independencia de la corona española ocurrida hace casi ya 200 años no ha traído mayor beneficio al pueblo de México, un pueblo que fue aplastado por la ignorancia de un pueblo bárbaro que catalogó de bárbaro a un pueblo diferente. De lo que quedó de aquel acto de conquista se erigieron las columnas que sustentaron un país donde la clase y el apellido eran el permiso para hablar. A ese clasismo lo asesinaron las masas movidas por motivos poco entendidos pero que a la postre derivaría en un nuevo cacicazgo donde el motor sería el dinero. Para tener dinero había que juntarse con los que tenían dinero, y hacer favores. Las cadenas de favores provocaban dependencias, y las dependencias se vencían sólo con tratados que se dieron por llamar “compadrazgos”. Entonces, los favores ya no se pagaron con oro, sino con minas: “ahí te encargo a mi hijo, compadre…” y cuando no fue suficiente, entonces con favores administrativos: “¿qué pasó? Pues si somos amigos, ¿no? ¿a poco me lo va a cobrar?”… Llegamos así al descaro de cambiar niños por botellas de cognac y a la realidad de que al pueblo no le importe. ¿Qué puede importarle sumido en su ignorancia y en su indiferencia? ¿De qué le importa si le quitan su petróleo, si venden su país a los extranjeros, si le amputan los bosques para vender sus maderas en el mercado ilegal? De nada, mientras ellos puedan hacer lo mismo a su paupérrima escala. Heredamos de la revolución sólo su nombre para una avenida, porque hoy día, a casi 100 años de su inicio, nunca concluyó y nos dejó deshermanados y truncos. El voto no se respeta, México es un traspatio de EEUU y nuestros gobernantes, regidores y demás cargos –que sólo sirven para hacer favores y generar respeto- hacen con nosotros lo que se les da la maldita gana porque, como pueblo, ni siquiera sabemos qué están haciendo. No entendemos cómo se mueve el país, la economía, la ciencia, y no queremos aceptar la responsabilidad –palabra ligada a independencia, dicho sea de paso- de reclamarle a esa manada de acéfalos que ellos están a nuestro servicio y por tanto deben representar lo que el pueblo quiere y necesita…


La derrota -
Lo triste, es que este pueblo sí está representado (“cada pueblo tiene el gobierno que merece”), y está contento con ello, hasta que le sube el precio a la tortilla, el pasaje o le cobra más impuestos. Sólo a ese nivel. Si venden sus recursos, si cometen una injusticia, no le afecta: “y a mí qué, ¡si yo no soy petrolero!”, “!qué bueno que mis hijos no andan de revoltosos como esos vagos de la UNAM!, ¡bendito dios!”. Se los comen los problemas pequeños, pero no se dan cuenta de que nacen de raíces grandes. No les incomoda porque viven y comen, aunque sea con un nivel deprimente, en esas raíces que los distraen con seductoras florecillas televisivas, con la falsa miel de las promesas y los discursos que nadie atiende pero que si existen “es porque algo están haciendo”.


Copian un modelo gringo y son fáciles de manipular. No hay nada más vulnerable que la ignorancia voluntaria y consentida. Son felices con el mínimo necesario que obtengan con el mínimo esfuerzo. ¿Independencia? Si fluctuamos con el mercado gringo, si dependemos de las remesas que nos envían los expatriados del norte, si no podemos vivir sin el amarillismo, Televisa, TV Azteca, Coca-Cola, la Zeta (¡salvajemente grupera! ), “música” estéril, los domingos con la familia en torno a la cerveza, el América, la selección (¡este mundial si la hacemos! ¡Vamos muchachos!), los tacos de carnitas con todas las tortillas del mundo (’tan resabrosos, ¡éntrale!), el desprecio (“¡pinche indio!” “¡ya quítate el rebozo!”), la falta de conocimiento (“…-Yo no sé leer, pero veo la televisión. -¡Mejor!, va usted a vivir más contenta-… con ustedes, nuestro ex-mandamás Vicente Fox) y tantos distractores de
la realidad grosera que vivimos. ¡ay, Amparo Ochoa, ay, las premisas de tu pueblo!...


Si han de celebrar, auténticos retrasados mentales, un día que engalane su condición, debería ser el 4 de julio o el thanksgiving day, símbolos de un ideal que tanto les ha dado y que tanto les promete, ciegos, tarados.


continuará…

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