Sunday, July 20, 2008

Con un vaso de pulque en una mano y tu ausencia en la otra

Por: Perro

Te veo, te observo. Nítida imagen de una pesadilla que no tarda en consumarse. Por alguna razón pasa así, he notado que para quienes analizamos demasiado el mayor pecado está en nuestra mayor tristeza: el pensamiento. Y es que resulta traición a doble filo: desmenuza la realidad con la misma facilidad que genera posibles futuros. Una risa con olor a sarcasmo, perdición y alcohol escapa de mi ser. Ya te vi, ya me jodí. Una vez más a pensar: ¿Querrás conocerme? Me acerco y al inicio todo bien (¡Claro! Pues si tú no estás pensando en nada más…). La maldición de la extrema sensibilidad a la belleza femenina –sí, aún consciente de lo peligroso que resulta buscar un poco de ti, me atrevo a deleitarme un poco con tu figura- hace que comience a avanzar torpemente hacia el fracaso.


Observo tus ojos, tu mirada que se antoja tan suave, tan cálida, acompañada de esa sonrisa contagiosa. Tus ojos guardan algo de picardía, de ésa que es esencial en el coqueteo para poderse repetir en la intimidad. Tus brazos se vuelven una extensión irresistible de un cuerpo que deja a la imaginación lo que no le pudo robar al deseo. La voz que emana de tu boca, rematada en unos labios delicados, femeninos, emula el canto de las sirenas y yo, imbécil marinero, zozobro ante el encanto de los sonidos que emite esa cavidad que completa el cuadro de mi perdición. Hablamos y me rematas al decir cantidad de cosas que me llevan a pensar –carajo, esa maldita obsesión por querer poner atención a todo- que no eres cualquier belleza de madrugada, que no eres una mujer para pasar un buen rato (¡ja! ¡Como si quisieras acaso eso!), sino que vale bien la pena esbozar una segunda vista un día que mi razón no se encuentre iluminada por unos agradables tragos de anestesia con hielos.


Bailamos. Bien puedo decir que bailando se llega a uno de dos lugares: a la cama o al infierno. El contorno exquisito de tu cintura que escurre hacia arriba y hacia abajo en mis manos termina con toda posibilidad de salvarme: me tienes a tu disposición. Pocas cosas le son más agradables al paladar de una mujer que tener un hombre rendido ante su belleza, más si se saben bonitas, deseadas, sabrosonas. Disfruto de tu compañía mientras dentro de mí se debaten dos facciones de un mismo futuro cadáver: la que apoya seguir, y la que dicta frenar. La primera en pos de buscar hacer realidad todas esas pendejadas que se le ocurren a uno en los días que sale bien una cosa, por mucho dos, de las que se tenían pensadas –besar bajo la lluvia, un viaje juntos, compartir algún texto, ser sincero y provocar que el mundo no interrumpa tu letanía mientras te das cuenta que hay alguien que ve en ti algo más que tu escote-. La segunda, más sensata, advierte que no existe final feliz cuando se vive sin ningún tipo de censura ni mesura (¿hasta dónde debemos/practicar las verdades? ), cuando se dice sin mayor aviso que enamorarse es renunciar a uno mismo, no en el sentido romántico de dedicar el ser al otro, sino en el sentido adaptativo de olvidarse de la individualidad, de la razón, de las medidas y el instinto –el de supervivencia, claro está- y entregar estúpidamente todo a alguien que le importa lo mismo tu existencia que las lágrimas al muerto.


En fin, cuando presiento que debo preguntar más de ti, más de lo que haces, más de cómo buscarte de nuevo llega una llamada, una invitación a bailar con alguien más, otro trago con alguien conocido o no, tal vez un mensaje al celular, el adiós, luego nos vemos, te cuidas…


7:00 Con un vaso de ausencia y otro de bebida, me trago mis putas palabras de nuevo. Soledad abrazada a mi espalda, besando mis meninges ahora descubiertas por el impacto de un cráneo que fue dejado caer por su poseedor desde las alturas por descuido. Brindamos por otro fracaso que logramos juntos –¡ay, mi querida soledad! ¿Qué haría sin tu presencia?-. Recojo mis despojos, meto a la mochila las palabras regadas aquí y allá, limpio del suelo el vómito de ideas que dejé tras embriagarme con tu existencia. Amanece y el sol se encargará de secar el resto de los sueños amorfos que se ahogaron en los vasos de distintas bebidas…


14:00 No te olvido, pero aprendo a vivir en un mundo donde habitas feliz y yo no existo. Paso el atardecer dando vueltas sobre un eje imaginario bien torcido, preguntándome por qué no pude pedir tu teléfono para corroborar que no merezco siquiera de ése privilegio. Yace mi cuerpo dormido, mi alma caída, mi mente borrosa y la tarde se anida en mi grosera figura, y trata de cicatrizar toda evidencia de lo que anoche pudo haber pasado.

2 comments:

Iván said...

Cito a Camilo José Cela: "Vacar viene del latín vacare, estar vacío, estar libre, estar ocioso (...)[de esta fuente] mana –y más o menos en revoltijo- toda una torrentera de palabras: vacación, vacado, vacancia, vacante, vacantura, vacanza, el galicismo vagabundaje que usé en alguno de mis libros, vacío, vacuo, vagabundear, vagabundeo, vagabundería, vagabundo, vagamundear, vagamundo, vagancia, vagante, vagar, vagaroso –que el Arcipreste decía vagoroso- y vago, sin duda entre otras".

Salta a la vista un aspecto: vacar puede hacer referencia a una entidad abstracta (un cargo o empleo vacante, un espacio que nada ni nadie toma) o a una persona (el vagabundo como el desocupado: a quien no lo ocupa una actividad formal). No obstante, en la desocupación del vago, el corazón puede hallar el aliento de la libertad. La libertad no es el vacío: es la capacidad de reinventarse.

Por eso pienso firmemente que todos deberíamos ser vagabundos, aunque fuera sólo por un periodo de nuestras vidas.

aBbY said...

Hay que mal la vez pasada, aquí deje el comentario más bien fué todo un tratado y esta cosa no lo publicó que mal; recuerdo haber escrito que alguien que escribe así solo es por una razón (o eso creo) esta enamorado y como dijo alguien que en este momento no recuerdo para variar:
"solo hay dos cosas que el hombre no puede ocultar: que esta borracho y que está enamorado". Aunque corro el riego de equivocarme, quien sabe igual y no estoy tan perdida...