Monday, August 11, 2008

Por temporada: Se busca pretexto


Por: Perro


A veces se puede decir que es insuficiente la cantidad de palabras para expresar lo que se siente. En ocasiones se puede decir que es insuficiente la cantidad de eventos vividos para la necesidad de expresión que tenemos. Lo que es cierto es que nuestra nece(si)dad (para más información sobre la curiosa relación entre la escritura de ciertas palabras, remítase el lector a:
http://lastierrasyermas.blogspot.com/ y a un texto con personajes llamado Entre Marx y una mujer desnuda del ecuatoriano Jorge Enrique Adoum) de expresión nos lleva a crear. Creamos para otros y para nosotros mismos, aunque siempre es más auténtico olvidar el para qué y dejar sólo el por qué: porque quiero sacar algo.


Un pretexto: Darle a nuestra expresión una causa (formalmente le llamaremos excusa o pretexto) equivale a darle un creador al universo: no podemos explicar su aparición y nos come el vacío si no podemos justificar su existencia como el resultado de un evento inicial. ¿Por qué hemos de decir ante quien sea, incluso nosotros mismos, que el nacimiento de tal expresión es producto de un algo? ¿O sea que, si no hay motivos, no puedo generar algo que no existe? Entonces habrá mucho trabajo para justificar cada una de las acciones, y esto no será siempre posible, por fortuna (”bienaventurados los que carecen de moral, porque de ellos no será ningún reino post-terrenal, pero sabrán gozar la vida”).


Piense el lector, por favor, en alguna de sus tantas vivencias y póngale un punto inicial. Escojamos el beso sabor ron/cerveza/tequila que damos o nos es dado. Si hay un lazo, sentimental o no, con otro Homo sapiens, mejor. Es deprimente que al día siguiente de dicho evento se recurra a la poca cabeza que nos queda en ese momento (por demás aturdida) para inventar un pretexto –durante el transcurso de lo que suele llamarse, hipócritamente, cruda moral-: me sentía solo, bendito/maldito alcohol, me quiere separar de él/ella/ti, me quiero separar de él/ella/ti y por eso pasó, y un largo y entretenido etcétera –obviamente entretenido unos años después, en primera persona. En tercera persona puede aplicarse inmediatamente el adjetivo-. Pero no es cuestión de explicarle a nadie, ni a la primera ni segunda ni tercera persona, o al colectivo involucrado (de manera voluntaria o involuntaria, sea por ellos mismos, sea por los actores) lo ocurrido, sino de saber que fue y que nos gustó o no. Punto.


Así igual pasa con los textos y en general cualquier forma de arte: si lo hacemos, es porque se quiso hacer y no por nada más. Hacer algo pensando en agradar o desagradar a alguien más es el origen de lo que se denomina comercial y es una ofensa más que un reflejo de nosotros en tanto que no es auténtico (ojo: no confundir dedicar un algo a alguien o escribir con algo o alguien en el pensamiento con la atrocidad recién descrita). ¿Cómo podemos fiarnos de lo escrito si quien escribe no es capaz de sostener que lo hizo porque quiso? ¿Cómo otorgarle credibilidad a su texto, por más elocuente/despreciable/fuerte/subversivo que sea si tiene que justificarse ante sus lectores por expresar lo que ha dejado al descubierto?


El genial acto de pensar: Y si bien, auténtico, cuestiona el lector, es aquello que no es vivido ni sentido de igual manera por otro entonces sólo se ha de poder escribir de lo que se ha experimentado y nada más. No. No es preciso haber muerto para hablar de la muerte en tanto sea nuestra interpretación libre de la misma lo que relatamos en torno a ella. El cerebro humano no es grande por lo que puede percibir y asociar –de hecho estamos bastante limitados en el primer punto- sino por lo que puede suponer, modificar abstractamente, masticar por dentro antes de aprovechar. Por tanto, podemos imaginar (no confundir con predecir) eventos que no son, de nuestra percepción, objeto y modificarlos, sentirlos, hacerlos nuestros, e incluso transmitirlos por varios medios. Ergo, podemos escribir del amor como evento pasado, como evento futuro, como evento atemporal, incluso sin experimentarlo en ese preciso momento. Incluso sin que sea un evento. Es la maravilla de la mente humana, y sólo ella, la que permite jugar (dentro de los límites cognitivos de la experiencia personal) con nuestro universo, a tal grado que puede incluso ponerle un creador al comienzo de los tiempos si con eso desea justificar su existencia, dado que no le baste ser para poder creer que existe…

No comments: