Thursday, July 29, 2010

Al vuelo

Por: Perro

En algún lugar sobre el Pacífico, se observa un atardecer como no hay igual. Una luna llena brilla plena sobre la ahora ventana de mi habitación.

Kilómetros y horas separan nuestras existencias; sin embargo, aún te siento cerca. Tu beso cálido, dulce, preciso, permea mi recuerdo mientras guardo en mi mente la transición al cielo nocturno.

La imagen de tu mirada clavada en mis ojos, tu cintura en mis manos, la forma en cómo tu cabeza reposa en mi hombro, tu respiración por la noche, la vista de tus caderas y el pelo suelto que baña tu espalda, tus manos, tu voz al saludo y que pronuncies mi nombre, el olor de tu cuello que inunda la habitación al amanecer, el aroma a batalla que conservo hasta el momento de la ducha, la caricia que reconforta, tu boca cerca de mi cuello, mis labios que buscan tu oreja, la pasión que encierran nuestros abrazos.

Hoy es así. Esta noche me extrañas, esta madrugada despertaré con tu imagen en mis sueños y tu nombre atrapado en mi garganta. Ahora hace frío por no estar a tu lado. En estos momentos soñamos con futuros y proyectos y vidas y recuerdos.

Sabemos que el camino que se abre a nuestros ojos no es ni fácil ni en todos los casos, eterno. Que una relación real y tangible, de ésas que trascienden al momento efímero y a la casualidad de las circunstancias no se basa en lo meramente fisiológico como tampoco en lo esencialmente utópico.

Implica al menos ser cómplice, poseer un sentido tácito de pasión por la felicidad del otro, entendimiento de que el mejor plan es la espontaneidad y que el régimen de mayor éxito es la libertad. Castigar el sentimiento de egoísmo y posesión cobre el otro, atender a los espacios y los tiempos que se comparten y que se viven por separado, suele ser clave para el desarrollo de quien participa en una relación así.

Y la plena conciencia de que en todo momento está la posibilidad de que un tercero más afín aparezca en escena.

La apuesta es arriesgada. De todas formas, al final de todo, la vida se pierde.

Qué mejor fortuna que compartir una parte a tu lado, sin guerras entre nosotros que no sean las libradas en un campo de sábanas. Qué gusto encontrar que el refugio a las luchas diarias está en tus brazos, en tus labios y en tu cabello que me produce cosquillas en la cara al dormir.

Que dure el trayecto lo que tenga que durar. Que al final del mismo, sea una playa o un abismo, nos demos la mano, convencidos de que “para siempre” también tiene un final, y que éste fue ortotanásico y no un cierre banal.

Pero la condena del futuro no merme la intensidad del estado actual. Mientras siga amando tus defectos no habrá necesidad de añorarlos. Mientras conciliemos el momento utópico juntos con la apabullante realidad que nos obliga (invita) a separarnos, pelear por minutos a tu lado seguirá siendo un placer. Estaremos juntos tanto tiempo como el gusto de estar juntos sea más intenso que la necesidad de estar juntos. Estaremos juntos mientras las coincidencias y las diferencias que nos unen mantengan un balance que permita dialogar son aburrirnos y sin hostigarnos.

Esta noche te propongo algo más profundo que un noviazgo, más significativo que un matrimonio, más fuerte que una firma y más valioso que nuestras vidas por separado. Esta noche te propongo que antes que nada, seamos amigos, por la confianza sin testigos. Que seamos equipo, porque siempre jugar solo es desventaja en un mundo tan peligrosamente gregario. Que seamos cómplices, pues táctica perfecta resulta la emboscada planeada desde un punto de vista alterno que el enemigo no vislumbró y que tú no sólo viste, sino me compartiste para una victoria aliada.

1 comment:

Anonymous said...

La apuesta es aceptada!

He dicho! Y no dudo de ello!

"Hasta el Horizonte..." he de llegar contigo...

Mi querido confidente!