Thursday, July 29, 2010

Cartas a Vianney. Vol. I

Por: Perro


c. 1874


Querida Vianney:



Dos días después de mi partida, te escribo con la esperanza de volverte a ver a mi regreso. Meses hace ya que no te veo. Hoy te confieso, acaso animado por esa separación: sí, algún tiempo estuve enamorado de ti. Pero era más el miedo de un “no” que la esperanza de un “sí” lo que albergaba mi corazón.

No importa, ahora mi amor le pertenece a alguien más. La conocí una tarde calurosa que, movido por no sé qué razón, le acepté unos tragos al destino.

El crepúsculo selló nuestras miradas y una luna ebria fue testigo del pacto que acordaran nuestros besos.

Pensaba que sería todo (en verdad me agrada la chica). Pero apenas un par de días después la topé de nuevo cerca de la librería del pueblo. Lucía absolutamente hermosa. Me ofrecí a escoltarla en su carruaje hasta la hacienda que hace las veces su vivienda. Renuente al principio, terminó por acceder y me dio permiso de compartir otro atardecer.

¡Oh, Vianney! ¡Si fuera posible acaso plasmar en estas líneas tan groseras que escribo las sensaciones que prosiguieron! Al despedirnos, el roce con su mejilla y su aliento a yerbabuena fueron implacables. Fue menester sucumbir a sus brazos. Y sus labios. Jamás olvidaré ese momento de total entrega a la pasión. Lentamente nos alejamos y mientras cruzaba los jardines hacia sus aposentos, yo me retiraba por el polvoroso sendero, aún maravillado por tan frágil encuentro.

He de decirte, Vianney querida, no sin miedo pero muy felizmente, que me encuentro en situación de amor. Sólo espero no equivocarme.

He partido por encargo de un General a tierras lejanas. No la veré por espacio de unas semanas. Ni a ti, mi confesora predilecta. Envío esta carta en un convoy de regreso al pueblo, sin saber si será entregada, leída o contestada. Al menos, pensada.

La chica tiene un nombre extraño, dulce, sonoro. No tiene sentido escribirlo, pues está en alguna lengua extranjera.

Seguro la ubicas. Ve por ella, que no le falte nada. Sólo busca a la más bella de la librería. Tú me decías que había más mujeres en el mundo que botellas en aquella cantina que una vez nos vio dialogar. Te digo en verdad que no quiero saber de más botellas, ni cantinas. Encontré el más dulce licor en sus labios y embriagó mi vida con su mirada.


Será suerte toparme contigo a mi regreso.


Sin más que agregar, se despide tu seguro amigo,


[Ilegible]

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