Friday, March 12, 2010

Once upon a time...


Por: Perro

Se admiraba por las imágenes que provenían de todas las escenas que se pintaban a su paso. Una mirada jugueteaba a encontrar formas conocidas entre los distintos espacios-tiempos retratados en las paredes de un pasillo interminable. Las mil posibilidades que se esconden tras cada cita con el pasado y el futuro la asombraban.

Un campo regado de aromas frescos de primavera, el frío del invierno que recuerda que ningún otoño es eterno, un amanecer que oculta tras de sí los anocheceres que deja a su paso. El rojo, el azul, el amarillo… un pálido violeta que asoma en el centro de sus pupilas y se desvanece en el sueño del vuelo, en la inmensidad de un paisaje que no existe.

El beso más nítido, más sincero… el dolor de la partida. El mismo pasto que ameniza una tarde naranja cubre cementerios en mañanas más lejanas. Imágenes la perturbaban conforme no ubicaba su inicio y a veces desconcertaba su desenlace. Las manos que tejen historias de rumbos conocidos y aventuras confortables. La cálida mirada de un amor que nunca muere. El cabello más hermoso que jamás hubiese visto emanaba canciones de espera que recorrían las paredes y se desparramaban en aceitosos colores que eran pisados a su paso.

Embriagantes desfiles de sabores que nunca había probado pero que de extraña manera le recordaban los eventos que habrían de venir y que jamás previó. El frío del agua matinal en febreros soleados y el calor de la sopa maternal de aquellas noches al final del año. Una sensación de aprecio por cadenas impuestas que evitan que despegue: el miedo a alcanzar horizontes. Toma una mano y siente al otro, vivo, siente lo que despierta en él. Agridulces tintes nublan su visión periférica mientras se derriten las cadenas, cortinas de humo envuelven su ser y lo despojan de la cómoda prisión.

Está a centímetros de los ojos que más podrá amar jamás: familiares pero olvidados, el pasado ha hecho que pocas veces los haya visto con intención. De pronto se agolpan las imágenes sobre su frente inmediato: olor a flor de amanecer, canto del ave de cuatrocientas voces, una fuerza geológica, un mar profundo y desconocido, la estética absoluta, el tacto de la mariposa que desciende, mirada de mujer, intuición de niña, sueño mitigado por realidades relativas a pasados y personas y tradiciones y cultura, suaves instintos avivados por sensaciones de un amanecer, miedo con hedor y bravía fría, ternura maltratada y coraje mal habido. Labios imposibles, ojos improbables, se arquean las cejas simultáneamente en la imagen y en su ser. Ante sus ojos se construía contra su voluntad el ser más maravilloso que jamás hubiese visto, destellos de locura impregnan cada detalle vívido y lo enfatizan delicadamente.

No eran más que espejos…

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